Hoy vamos a hablar de un tema que, a veces, suena como tema de conversación en todas las familias mexicanas: las remesas. Esas pequeñas (o grandes, dependiendo de quién las reciba) transferencias de dinero que llegan cada semana a tu casa y que, al parecer, ¡son la razón por la que no estamos tan mal! Pero, antes de entrar en detalle, hagamos un pequeño recordatorio de cómo llegamos hasta aquí…
Migrantes
¿Recuerdan cuando Trump llegó al poder y empezó con su mega promesa de deportar a todos los “ilegales”? Ese fue su deporte favorito. Como si tuviera una lista de personas a las que echar de Estados Unidos, y claro, muchos de esos nombres tenían un toque muy familiar: migrantes mexicanos que, por años, cruzaron la frontera en busca del sueño americano. Pero en vez de conseguir una vida de lujo, muchos se encontraron con una realidad más dura que el sol del desierto de Arizona: el temor constante a ser deportados.
Remesas
Y aquí entra la magia de las remesas. Cuando el hombre de la Casa Blanca empezó a mandar de vuelta a más paisanos que un autobús escolar con niños de primaria, algo raro pasó. Los gobiernos mexicanos, en lugar de recibir con los brazos abiertos a sus ciudadanos, comenzaron a criticar esta medida. Y es que el flujo de dinero que llega desde el otro lado ¡es muy presumido por el gobierno!
¡¿Cómo?! Pues sí, como lo leen. Lo que antes se veía como un mal necesario, ahora se celebra como uno de los mayores logros económicos del país. Es como si el gobierno dijera: «Oye, a lo mejor lo de la migración no es tan malo. ¡Las remesas están tan bien que deberíamos hacerle una fiesta!»
Presupuesto
Aquí el problema, queridos lectores, es que, mientras las remesas crecen a ritmos impresionantes, el presupuesto anual del gobierno sigue sin mover una uña para mejorar la situación en la que muchos mexicanos se encuentran y evitar su migración. Para que se den una idea, en 2023, México recibió más de 60 mil millones de dólares en remesas. ¡Esto es más de lo que se recibe por el turismo! Pero, claro, nadie ha hecho un programa nacional para que esos miles de compatriotas no se encuentren en la calle, preguntándose cómo diablos pagar la renta, el agua, la luz… y todo lo demás.
Claro, algunos sectores del gobierno, en un ejercicio de acrobacia política, se ponen la medalla y dicen: “Las remesas son nuestro éxito”. Pero, ¿y la infraestructura, los programas educativos, la salud? Bueno, eso sí lo dejamos para después, mientras los migrantes siguen regresando y el dinero se sigue enviando de allá para acá.
A esta altura de la película, todos entendemos que las remesas son como una inyección de dinero a una economía que, a veces, parece estar colapsando. Pero, ¡ojo! Eso no quiere decir que el hecho de que las personas tengan que depender de eso sea una “gran victoria”. No, no y no. Es como si tuviéramos que agradecerle a alguien por darnos limosna, mientras se olvidan de darnos lo que realmente necesitamos: empleo, seguridad, educación.
Salvavidas económico
Entonces, la próxima vez que veas una noticia que te hable sobre las remesas como si fueran el gran salvavidas económico, recuerda que no todo lo que brilla es oro. Las remesas son un paliativo, no la cura. Y si en algún momento te sientes agradecido por esa ayuda que llega de fuera, también recuerda que un gobierno que glorifica las deportaciones como un “éxito” está dejando de lado lo que realmente importa: invertir en la gente que sigue aquí y la que acaba de regresar.
El dinero de las remesas está ayudando a que muchos mexicanos sigan adelante, pero ese dinero no sustituye la inversión en el futuro. No puede ser que sigamos celebrando los resultados de una política que, aunque lo nieguen, fue tan dañina como la lluvia de los migrantes retornados. Así que, cuando te pregunten: “¿Para qué sirven las remesas?”, ya sabes la respuesta: sirven para tapar huecos, para sobrevivir y para seguir esperando que algún día el país invierta en lo que realmente importa.