No hay duda, la violencia hacia la mujer es un tema que nos incomoda. Pero dicen que lo que no se nombra no existe, y es mentira. La violencia pocas veces se nombra y existe. Y si nos limitamos a hablar de violencia sólo en el 8M o el 25N abonamos a que las palabras se diluyan. Pero hay que tener cuidado de caer en el extremo: el mujerismo.
En pleno siglo XXI, seguimos viendo cómo las mujeres luchan por su libertad, su seguridad, su voz. Y lo peor de todo es que, en muchos casos, esta violencia no es solo física, sino que está incrustada en todo el sistema, desde la política hasta la sociedad. Es más, hay un pacto que se teje en las sombras, un pacto patriarcal que favorece a los hombres con poder y que las mujeres, por alguna razón, seguimos pagando el precio.
Sí, el pacto patriarcal. Ese acuerdo no escrito, pero muy bien entendido, en el que las mujeres somos consideradas inferiores, menos capaces y, lo más importante, sujetas a control. El patriarcado se cuela en cada rincón de nuestras vidas: desde el lenguaje hasta la cultura pop, pasando por los medios de comunicación y, claro, las políticas públicas. Si no lo ves, amigo, es porque probablemente eres parte de ese sistema que se beneficia de él. Pero, no te preocupes, es hora de abrir los ojos.
Y si hablamos de violencia política de género, entonces la cosa se pone aún más seria. Porque, si creías que el patriarcado solo se ejerce en el hogar o en la calle, es hora de que abras la mente. Las mujeres que critican el régimen, que se oponen al poder establecido, que levantan la voz en busca de justicia, son atacadas no solo por sus opiniones, sino por su género. ¿Te suena familiar? El abuso de poder en su máxima expresión: silenciar a las críticas con la violencia política de género. La historia está llena de mujeres que han sido calladas, ignoradas o, lo peor, atacadas, solo por decir lo que piensan.
Mujerismo
Pero, cuidado, que las mujeres no nos quedamos atrás. El «mujerismo» es, de alguna manera, algo similar al pacto patriarcal. Se trata de mujeres apoyando mujeres sin importar el contexto. Ojo, no estoy diciendo que no debamos creer en las víctimas, creo que la autoridad sí debe de tomar los casos con perspectiva de género.
Lo que digo es en referencia a las mujeres que tienen poder político y mediático, y a sus seguidores y demás espectadores. Casos donde, por imaginar un ejemplo, una diputada acusa a una periodista de ser violenta con ella al cuestionar los favores que recibe, por poner otro ejemplo meramente ilustrativo, un viaje en avión todo pagado para ella y su familia.
Acusar por acusar daña el movimiento. Cuando se descubre que no había tal violencia entonces otros casos, en los que sí hay violencia, no son tomados con la seriedad que deben. Pido no dejarnos llevar por este tipo de acusaciones, considero que debemos ver todo el panorama y ver qué es lo que no cuadra, y permitirnos ser críticos con todos y todas. Discriminación es no criticar a una mujer por el hecho de ser mujer.
A las mujeres que están en la política también se les critica, se les exije y se les exhibe si están cometiendo abusos, o robando, o beneficiando a su familia y amigos. En resumen: el pacto patriarcal sigue vigente. La violencia política de género es real y está sucediendo aquí y ahora. Pero el mujerismo también ronda en la vida pública. No dejemos de alzar la voz en contra de los abusos de la autoridad con A.