Recientemente hemos escuchado mucho de la igualdad de género y el empoderamiento femenino. No es para menos, es la ruta natural después de tener por primera vez una mujer en la presidencia. Pero resulta desconcertante ver cómo algunas líderes, que deberían ser ejemplos a seguir, han hecho más por mantener el status quo. No hacen el intento de romper el famoso «techo de cristal» y parece que , más bien, usan una puerta.
Hablo de aquellas mujeres con mucho poder político que, en lugar de romper el techo que limita a muchas, han optado por hacer una puerta para que sus amigas entren, pero que deja fuera a tantas otras que también buscan un lugar en la mesa.
En vez de usar su poder para abrir el camino a todas, lo usan para protegerse mutuamente. Se defienden entre ellas, a todas las que están en el mismo club exclusivo, olvidando que el verdadero feminismo debe incluir a todas las mujeres, no solo a las que comparten su «ideología». ¿Acaso no se dan cuenta de esto y son solo «feministas» de ocasión?
La puerta y la VPG
Lo peor es que esta actitud genera un clima de desconfianza, y promueven el uso indiscriminado de «Violencia Política de Género» para callar a sus críticos, cuando mucho de lo señalado sólo es un juicio hacia su inmenso poder y la forma en la que lo adquirieron. Se han convertido en un grupo que sólo ve por sus propios intereses, utilizando su influencia para silenciar las voces disidentes y proteger sus privilegios. La solidaridad parece haber sido sustituida por una lucha por el poder, donde lo que importa es mantenerse en la cima, sin importar cuántas queden atrás.
Esto no es feminismo; es una versión distorsionada de lo que debería ser el empoderamiento. Una auténtica líder debería ser capaz de mirar más allá de su círculo inmediato y cuestionar cómo sus decisiones afectan a todas las mujeres. Debería buscar romper el techo de cristal de manera radical, no solo hacer una puerta por donde las amigas puedan pasar. El riesgo es que, al hacerlo, se perpetúa la idea de que solo unas pocas pueden alcanzar el poder.
La continuidad de la puerta de cristal
En este contexto, es crucial que las nuevas generaciones de mujeres no se dejen engañar. Debemos aprender a discernir entre quienes realmente luchan por la equidad y quienes solo buscan perpetuar un sistema que las favorece a ellas.
El verdadero desafío es aprender a ser solidarias entre nosotras, con todas. Porque para algunas personas (no voy a decir nombres) es muy fácil pronunciarse sobre lo que le están diciendo a su amiga, pero callan como momias cuando se trata de mujeres que les exigen que hagan su trabajo o que son parte de eso que ellas llaman «pueblo».
Si no lo hacemos, corremos el riesgo de quedarnos atrapadas en un ciclo de exclusión, donde el techo de cristal se transforma en una puerta que solo se abre para unas pocas, y ya sabemos quién tiene la llave. Es hora de exigir más, solo así podremos empezar a derribar ese techo de cristal de forma definitiva.
