Cuando pensamos en partidos políticos, lo primero que nos viene a la mente puede ser una imagen de promesas increíbles, robo a manos llenas y, por supuesto, mucha, pero mucha, impunidad. Sin embargo, hay un partido que ha encontrado la manera de hacer todo eso y más con el aplauso de un sector… Hablamos de “El Partido Más Grande”, ese que se va comiendo a los demás, cual rey de la selva. No importa si son partidos pequeños, medianos o incluso algunos que ya estaban en la mesa desde hace tiempo, todos terminan desapareciendo, y lo peor es que no se lleva a nadie a la cárcel…
Cena con amigos
Para empezar, imagina que un buen día decides organizar una cena con tus amigos. Invitas a un grupo variado: el chistoso, la que siempre llega tarde, el que solo habla de su equipo… Todo va bien hasta que el chistoso, que se la pasa haciendo bromas, empieza a monopolizar la conversación. Al final, los demás terminan hablando solo entre ellos o, peor aún, simplemente apagándose. Así, sin más.
Eso es exactamente lo que sucede en el mundo político. Un partido grande llega y, como el amigo que se apodera del micrófono, empieza a absorber a los demás. Algunos se suman, convencidos de que su futuro será más brillante en la sombra del gigante. Otros, simplemente, se apagan. Y aunque hay muchos que podrían tener buenas ideas, al final del día terminan siendo un eco de lo que dice el partido dominante, mientras el resto se limita a aplaudir.
¿Varios partidos o uno sólo?
En apariencia, la unión de varios partidos en uno solo puede parecer una solución brillante, pero los valores originales de cada uno se diluyen. Aunque, más bien, lo que sucede es que la «nueva forma de hacer política» dicta otra cosa.
A pesar de que todos ven que el partido está lleno de elementos “no tan buenos” (sí, esos que todos sabemos que no deberían estar ahí, ni en ningún lado), nadie parece hacer nada. Los que antes fueron enemigos a muerte, ahora conviven entre risas y abrazos. Irónico.
El perdón de los pecados
En un mundo donde la corrupción y la mala gestión son el pan de cada día, es increíble que esos personajes sigan dando vueltas como si nada. Quizás tienen un pacto secreto: mientras se mantengan en el poder, todos a jugar a que aquí no pasa nada. ¿Y los militantes del partido?, callan como momias.
En un momento están atacando a su rival en turno y al chistar de unos dedos (los dedos de YSQ), sorpresa, sorpresa, dejan de atacar. Esto ha pasado con todos y cada uno. Se ponen la camiseta guinda y desaparecen los delitos. ¡Magia!
El pez grande
A lo largo del pasado sexenio vimos como un partido se apoderó de otros. Empezó con ese que siempre va de segundo del que se perfila para ganar, sí, ese que contrata «influenciers» y lo seguirá haciendo. Poco a poco, se fue llevando a varios del tricolor, y, de pronto, el otrora «gran» partido, ya no es nada…
Del sol azteca ni se diga, lo presionó hasta acabar con su registro. El naranja, con un dirigente best friend del guinda, lo salvó llevando a un tercer contendiente a las presidenciales. Aún en contra de lo que varios militantes de su partido pedían: unidad contra el régimen. El azul se medio salvó. Perdió mucho. Unos dicen que por aliarse con el tricolor y el amarillo. Otros, por los perfiles muy «quemados» que presentó.
¿Un juego sin árbitro?
Las cosas están así: al día de hoy no hay ningún contrapeso real. Los partidos de oposición no pasan del discurso. El poder legislativo ha unido en bloque al partido oficial y a sus satélites, a pesar de que varios de sus legisladores no coincen con lo «votado».
El martes, el último vestigio de esperanza se fue. Un ministro de la corte le dió la espalda a los ciudadanos. Puso de pretexto que no podía responder una insensatez con otra. Yo le preguntaría: ¿no es más importante y vital para todos los ciudadanos, independientemente del color de su camiseta, tener un estado de derecho e independencia de poderes?
Ayer anunciaron la fecha del fin de los órganos autónomos que no se doblegaron ante el partido oficicialista. El INAI y los órganos de transparencia estatales desaparecerán y vendrán tiempos de oscuridad.
El partido más grande no tiene rival
Lo más triste es que en este juego, no hay un árbitro que silbe una falta. No existe poder, instituto, órgano, autoridad, que le diga al partido más grande que algo está haciendo mal. Y si la hubiera, lo desacatarían usando su clásica excusa de que están haciendo lo que «el pueblo» pidió y los avalan treinta y tantos millones de votos. ¿Pero saben qué?, más de 60 millones de votos no los avalan.
Hay quienes anunciaron que acudirán a órganos internacionales para detener lo que está sucediendo ahora. Eso va a tardar varios años. ¿Qué podemos hacer los ciudadanos ante lo que se avecina?