El 8M ya pasó, pero el odio no. En los días después de la marcha se hacen más presentes las violencias, las pequeñas violencias que muchas veces dejamos pasar porque hemos llegado a normalizarlas. La violencia la tenemos muy cerca los 365 días del año.
Estos días han circulado el video donde un par de chicas son golpeadas por objetos de una lámpara a la que están empujando. Lo preocupante es la conversación alrededor de ese vídeo. ¿Has notado que la mayoría son burlas? Los comentarios van de señalar el hecho como un castigo divino, karma, justicia… Son esos mismos los que se burlan de las chicas los que reclaman que se les incluya en los violentadores, que ellos no son así.
Creo que para muchos no ha quedado claro que la violencia empieza con algo pequeñito, un chiste, un comentario. Casi todas las mujeres (yo me atrevería a decir que todas, aunque no todas lo notemos) hemos sido víctimas de violencias, micromachismos, le llaman. Un trato despectivo, una mala palabra, la descalificación de nuestros conocimientos… sólo por ser mujer.
Me preocupa que esos comentarios violentos, esas burlas, no sólo las veo en los desconocidos en mis redes, también vienen de conocidos o gente muy cercana. Y me parece que todas nos hemos encontrado con comentarios así.
La violencia cerca y no tanto
Cuernavaca es una ciudad muy pequeña y conservadora. Sus iglesias, dos de ellas de las más antiguas del continente, son cuidadas como un tesoro. El pasado 8 de marzo la marcha feminista alcanzó las paredes de la catedral, y no faltó quieres señalaran el hecho como algo aberrante.
Los videos de mujeres (¿por qué siempre mandan a mujeres?) que se encargaron de hacer limpieza de las paredes de varios sitios alrededor del país el 9 de marzo fueron frecuentemente compartidas como una demostración de incongruencia del movimiento.
Sin embargo, Patricia Gómez, cuernavaquense y católica de hueso colorado dió un mensaje contundente. Patricia fue de las pocas mujeres que limpió por iniciativa propia las paredes de la catedral. A continuación transcribo parte de la entrevista que le hicieron en el Diario de Morelos, que puedes completa ver aquí.
Patricia Gómez, católica de hueso colorado
«Siempre es un cierto grupo que le dicen el contingente negro, que es el que se encarga de hacer todos estos disturbios, a toda la gente que afectada como nosotros fue la catedral pero al final de cuentas estos son paredes, son centro histórico, sí son de muchos siglos también, pero esto lo podemos lavar, pintar, los vidrios de donde se pueden reemplazar, tampoco es justificación, pero las vidas humanas… la cicatriz que dejan entre las mujeres, en las niñas, las bebés, es a todo su ser, todo su entorno, a esos quién se los va a lavar, quién se lo va a reconstruir?, esto se puede reconstruir… Y a mucha gente, como estoy, diciendo, no le va a gustar lo que estoy diciendo porque es la catedral y yo soy católica y por eso estoy aquí, porque mucha gente es muy buena para decir: ay, es que son vándalas, son esto, pero no nos ponemos en los zapatos de esas hermanas que están sufriendo muchísimas barbaridades, tenemos la bendición de que tuvimos unos papás que nos cuidaron…»
No estoy llorando, se me metió un «esto se puede reconstruir» en el ojo
Mujeres como Patricia me recuerdan una de las consignas del movimiento «que el privilegio no te nuble la empatía», ella lo explica muy bien, no ha sufrido esas violencias, pero entiende la rabia de las que han pasado por eso y justifica las pintas en la catedral, total, con un poco de jabón y pintura se quitan, las agresiones a niñas y mujeres no.
Un hombre en X me preguntaba qué hacer en el 8M. Su pregunta me pareció genuina, pero más que genuina, me pareció la clave. El 8M y los días después, especialmente, se prestan para la reflexión. ¿Qué hemos hecho para detener las violencias?, me refiero a las propias y las ajenas. Es bueno empezar por nosotros, pero también, evitar ser cómplices de las violencias que se ejercen sobre muchas mujeres todos los días.
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